Quiero

Quiero que sepas que soy un desastre y aún así me quieras, y viceversa.

Mariana Limón Rugerio
3 min readJul 12, 2020

Quiero realidad, no ese cuento hollywoodense al que llaman amor. Quiero vulnerabilidad, y la vulnerabilidad implica miedo y un vacío en el estomago si decides arriesgarte. No quiero mariposas plásticas, prefiero el miedo, el vacío, el riesgo. No quiero sentir que vuelo, prefiero sentir que camino libre de la mano de alguien, no importa si no tenemos claro el destino.

Quiero transparencia: hablar de depresión, traumas, tristezas y todo lo que está jodido; de ilusiones, magia, sueños y esperanzas y todo lo que le da tibieza al cuerpo. No me interesan las palabras falsas, ni las máscaras, ni el performance de convertirte en la fantasía del otro. Ya no. Hablando de transparencia: ya estoy cansada de caer en esa trampa, de lastimarme, de restringirme, de fingir que no estoy tan chisqueada (lo estoy, todos lo estamos).

Quiero cariño, sincero: yo digo te estoy cuidando con un beso en la punta de la nariz, con risas en el cuello o con sonrisas de un extremo a otro en medio de una fiesta. También con una almohada y una colcha lista cuando el día fue largo, gris y lluvioso y no sucedió nada interesante. O cocinando, porque no hay nada más íntimo que compartir comida, hablar, reír y ver todo con una perspectiva nueva; así me cuidaba mi abue. Yo digo te estoy cuidando cuando me siento filosa y me encierro a escribir por horas para sacar del cuerpo toda la pesadez que a veces implica existir. Yo, a veces digo te estoy cuidando en el silencio prolongado y estridente de mi ansiedad porque sé que me tengo que cuidar para poder cuidar a otro.

Quiero cariño, sincero: el que habita en lo cotidiano y por eso es extraordinario, el que habita en las cicatrices y no niega su pasado.

Quiero boleros a las cinco de la tarde y un cuarto con flores, porque soy necia y cursi y me gustan esas cosas. Ya sé: ¡que contradicción! Y quiero frenesí porque hay días en los creo que soy adicta a la adrenalina, y otros más en los que sospecho soy medio piro maniática. Quiero velas y pinturas y plantas y tés y almohadas suaves y suéteres tejidos; y el sabor a canela o jengibre o cardamomo. Quiero sol y mar y sabor a sal, mango, coco, sandía y naranjas frías. Quiero inviernos crudos y veranos cálidos; lo difícil y lo ligero. Cualquier aventura y tragedia que surjan en medio, también las quiero.

Hay algo del cliché de querer que me atrae, es cierto. Pero no quiero que esta cursilería distorsione que somos humanos. Lo somos. Y vamos a enredar las cosas, y confundirnos, y seguro nos atraerá alguien más y vendrán un montón de líos que tendremos que resolver. Sé que voy a joder algo en algún punto, o tú, o ambos. Sé que voy a intentar no hacerlo, pero lo haré. Somos humanos: lo somos. Y sé que habrá días en los que queramos mandar todo –y a todos– al carajo.

Quiero hasta a la posibilidad de que mandes al carajo, o yo a ti. Prefiero esa libertad, siempre, a la codependencia.

Quiero la belleza de la realidad: absurda, contradictoria y a veces tan mágica que se siente irreal. Quiero la realidad, aunque me revele mis defectos, mis cicatrices y mis manías con una transparencia que se siente a golpe. Quiero que sepas que soy un desastre y aún así me quieras, y viceversa.

Quiero decir “te quiero” desde la realidad, desde la honestidad, desde la transparencia. “Te quiero”: y que dure lo que tenga que durar y que pase lo que tenga que pasar. Porque eso es querer, porque eso es vivir. Confiar –en las estrellas, en algún dios o en la nada– y dejar que las cosas pasen. Eso quiero.

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